чтобы не потерять
Abuelito dime tú, por qué yo en la nube voy, abuelito dime tú, dime por qué somos blancos, dime por qué soy tan feliz, abuelitoooo... Heidi era valencianista. No hay duda. Y era a César a quien hacía llegar sus inquietudes de infancia. El portero valencianista tiene respuesta para todo, como esos ancianos adorables de los que aprender cada día. Pero el arquero sólo tiene 38 años. Está en la flor de la vida, aunque en el fútbol con esa edad la mayoría ya han optado por la jubilación. Él no. Para qué, si está en el mejor momento.
Contra el Zaragoza tiene la opción de batir su récord de imbatibilidad. Le faltan 81 minutos. Como Paul Newman -su actor favorito-, daría El Golpe -su película preferida-. Superaría los 555 minutos en los que no tuvo que agacharse para coger el balón de la portería cuando sentaba cátedra en Pucela. Y esto cuando todos pensaban que en el Valencia César sólo se agacharía para sentarse en el banquillo porque Moyá llegaba con la titularidad garantizada.
Pero César estaba preparado para cuando Emery llamara a su puerta. El cacereño pasa de pantuflas y pijama y hasta en casa calza botas, mallas y camiseta rosa. Él siempre está a punto. Es su máxima de vida. Su futuro no tiene más de 24 horas. Su vida es el día a día. Así ha sabido ganarse al valencianismo. Incluso cuenta con un club de seguidores por internet. ¡Todos somos César!
Su presencia habitual en la portería y la conjunción valenciana en la pareja de centrales ha catapultado al Valencia hacia la aristocracia liguera. Se ha revestido nuevamente con la bandera de la Liga de Campeones. Y en ella César no es un espontáneo. Fue titular en una final con el Real Madrid. Vicente del Bosque apostó por él pese a la presión mediática para que Casillas se situara bajo los tres palos. Al final el actual valencianista se lesionó y su sustituto se convirtió en el héroe.
En el Valencia el ídolo es César. El patriarca. Aquel a quien todos respetan. No por su edad, sino por su forma de ser. Afable y bondadoso. Como el abuelo de Heidi.